jueves, 10 de abril de 2014

Remedios y cura para la diabetes

La diabetes es una enfermedad crónica que, abandonada a sí misma, muestra tendencia a agra­varse progresivamente: sin embargo, es una en­fermedad que puede curar bien, en cualquier caso, a través de los remedios para la diabetes. Esta es la primera idea que es preciso que que­de bien clara en la inteligencia del lector: no es cierto, como consideran la mayoría de los en­fermos, que la diabetes sea incurable y ni siquie­ra que sea de difícil curación. 

Un tratamiento bien individualizado y escrupulosamente seguido lleva, no sólo a la desaparición total de todos los trastornos, sino también a la corrección de los desequilibrios funcionales y metabólicos que constituyen la íntima esencia de la enfermedad: esto es lo que nos demuestran los experimentos llevados a cabo en animales de laboratorio y lo que confirma la observación clínica de millares de enfermos, realizada durante varias decenas de años. Una diabetes no curada o mal curada está destinada fatalmente a empeorar y puede ser causa de gravísimas complicaciones, sobre todo a nivel del aparato cardiovascular y del sistema nervioso.

La convicción de que la diabetes puede curar constituye, para todos los enfermos, el primer paso para el éxito del tratamiento. Pero las con­diciones para la curación de la enfermedad son dos fundamentalmente: la precocidad del diag­nóstico y la asiduidad y continuidad del trata­miento. Se trata de dos condiciones que depen­den casi exclusivamente de la inteligencia, de la responsabilidad y de la buena voluntad del en­fermo.


La precocidad del diagnóstico (que, como ve­remos, sólo se puede establecer mediante análi­sis de orina y de sangre) se basa esencialmente en la observación de los primeros trastornos que deben inducir a suponer la existencia de la en­fermedad y a recurrir inmediatamente a los me­dios más idóneos para determinarla. Es el en­fermo quien debe advertir la aparición de los primeros fenómenos, llamando la atención del médico sobre los mismos.

A la disciplina y a la constancia del médico están encomendadas la regularidad y la asiduidad del tratamiento. La diabetes no es una enferme­dad que puede curarse con cualquier prescrip­ción farmacéutica o cualquier restricción de ca­rácter alimenticio. El médico debe establecer un tratamiento bien individualizado, racional y exac­to, y someter al paciente a controles periódicos de laboratorio; pero la obligación del enfermo es la de seguir escrupulosamente, con método y con paciencia, las prescripciones del médico, so­metiéndose periódicamente a los controles nece­sarios. Un tratamiento radicalmente prescrito y seguido en forma irregular, ocasional o incom­pleta, está destinado al fracaso. El tratamiento de la diabetes puede durar años, decenios y, a veces, toda una vida; pero esta constancia y esta paciencia constituyen el precio que el enfermo debe pagar, de buen grado, para gozar de una existencia perfectamente normal.

El éxito del tratamiento de la diabetes está ligado por tanto a la precocidad del diagnóstico y a la continuidad de la terapia y de los contro­les: estos son, por consiguiente, los dos puntos en los que haremos hincapié a lo largo del estu­dio de esta enfermedad. Quien descuide los pri­meros síntomas de la enfermedad y recurra al médico cuando la misma se presente en fase avanzada deberá afrontar sacrificios mucho ma­yores (y con menos probabilidades) para alcan­zar la curación. Quien no tenga la paciencia de seguir un tratamiento metódico y regular arras­trará la enfermedad durante toda su vida y, a menudo, la verá empeorar progresivamente.